Bill Gates se refirió en algún momento a los partidarios del "código libre" de la peor manera que un capitalista lo podría hacer. Esta gente, dijo, “son una especie de comunistas modernos”, una fuerza malévola que quiere destruir la base del sueño americano. Pero Gates estaba equivocado. Los partidarios del "código libre" son más bien una especie de activistas libertarios. Aún así, hay algo de cierto en las palabras de Gates. La frenética carrera global por interconectar a todo el mundo con todo el mundo y a toda hora está engendrando una nueva clase de socialismo.
Los aspectos comunales de la cultura digital son muy profundos y amplios. Wikipedia es un buen ejemplo del colectivismo que está surgiendo. Pero no sólo Wikipedia sino la wikidad en general. Ward Cunningham, que en 1994 inventó la primera página de colaboración, ha llegado a contar hoy en día casi 150 nuevos wikis, que alimentan por separado a miles y miles de sitios Web. Wetpaint, creada hace sólo tres años, alberga más de 1 millón de iniciativas comunales. Casi todos los días surge una nueva compañía que anuncia orgullosamente la nueva manera de impulsar cualquier acción comunitaria. Todo esto sugiere el constante avance de una especie de socialismo que se adapta muy bien al mundo interconectado.
No estamos hablando del socialismo que conocieron nuestros padres. De hecho, hay grandes diferencias entre este nuevo socialismo y el socialismo del pasado. El nuevo socialismo no tiene que ver con la lucha de clases. No es antiestadounidense; por el contrario, el socialismo digital es un nuevo invento estadounidense. Mientras que el viejo socialismo era un brazo del estado, el socialismo digital es un socialismo sin estado. Este nuevo socialismo opera actualmente en el mundo cultural y en el mundo económico, pero, por los momentos, no ha entrado en la esfera gubernamental. El tipo de comunismo que Gates estaba citando para acusar a los creadores de Linux surgió en una era de fronteras impuestas, comunicaciones centralizadas y grandes procesos industriales. Estos elementos le cedieron el paso a una especie de propiedad colectiva que reemplazó el caos del libre mercado por un plan diseñado en las altas esferas del politburó. Este sistema político fracasó, por decir algo. Sin embargo, a diferencia del socialismo de bandera roja, el nuevo socialismo goza de la movilidad que le ofrece la Internet. Está diseñado para aumentar la autonomía individual y para acabar con la centralización. Lleva la descentralización hasta el extremo.
La palabra “socialismo” le crispará los nervios a más de uno, pues carga con un inmenso bagaje cultural, que también comparten los términos “comunal”, “comunitario” y “colectivo”. Pero uso el término “socialismo” porque es la mejor palabra para referirse a un conjunto de avances tecnológicos que adquieren su poder gracias a la interacción social. Está claro que encasillar organizaciones tan diversas bajo una misma etiqueta podría conllevar ciertos excesos retóricos. El problema es que no existe ningún término que no esté cargado semánticamente. Tal vez deberíamos limpiar este. Cuando las masas poseen los medios de producción y trabajan en pro de un objetivo común para compartir los productos en común; cuando contribuyen con su trabajo sin recibir ningún salario; cuando disfrutan de un producto sin cargo alguno, está claro que podemos hablar de socialismo.
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